El
Pasajero del Tren Blanco
Por: Samir Támer Rahme
El día 16 de Junio del 2004, nos tuvimos que despedir de nuestro amigo Ángel Octavio Zamarripa, un gran coleccionista, aficionado, modelista y gran admirador de todo lo que se refería al ferrocarril. Que es nuestra razón de ser, nuestra necedad, nuestra afición que rescata a muchos de la soledad y del tedio y, que nos da esa mente abierta y ágil. Y que hace rechinar de coraje los dientes de las compañeras que no entienden la actividad tan sana de su pareja. Pero que es causa de que hagamos muy buenos amigos dondequiera.
Tuve que irlo a despedir a la estación para que abordara el “tren blanco”, según me dijo. Esa estación que me contaron que se encuentra a veces sobre las líneas principales que llevan a la gente muy lejos. Esa, en la que hemos visto abordar a otros amigos como Lorenzo Delgado, Nicho Cortez, Felipe Zorrilla, Alberto Ponce de León, Joaquinito Valdez, el inolvidable “Don Severo” Arturo Salas, y muchos otros que les gustan los trenes y que emprenden ese viaje hacia la ciudad que se encuentra muy arriba en la cuesta.
Llevaba su mochila al hombro, pero me extrañó y admiró a la vez, que vestía todo de blanco hasta la gorra. Recuerdo que hasta le jugué la broma de que si iba a hacer la primera comunión y él, en su acostumbrada actitud bromista y siempre con risa me respondió que ese era el uniforme para hacer ese viaje. De lo contrario no te dejaban abordar.
Estuvimos conversando de cosas banales y a insistencia mía, me enseño lo que contenía su mochila que también era blanca. Entre otras cosas llevaba, -seguro para presumirles a los amigos-, la locomotora eléctrica escala HO de los Ferrocarriles Nacionales de México que había hecho “a mano” junto con Alberto Ponce y, que los había obligado a ir a tomarle medidas y fotos al modelo real en varias ocasiones. Además de una selección de fotos de los últimos años, entre ellas una de la partida de rosca de reyes un 6 de enero en el Jardín del Arte. En donde Guillermo Garza Galindo pone cada domingo su exposición de magníficos cuadros de tren y, que se ha convertido en un punto de reunión de las personas “raras” que nos gusta el ferrocarril. Llevaba también una foto de sus hijos Larissa y Gerardo y, muchas otras que hacían un voluminoso paquete. Unos ejemplares de “El Marcador” que una vez editó, por supuesto sus cámaras de fotos y video y, también unos chicles por si acaso.
Aunque me pareció extraño que me dijera que no le preocupaba lo de la comida, por que “no la iba necesitar allá a donde va”. No entiendo que me quiso decir pero en fin.
Me recomendó que buscara una manera de que alguien cuidara sus trenes, libros y todos los objetos relativos a los ferrocarriles que tenia y, que durante muchos años había coleccionado. Cosa que no entendí de nuevo y, que me obligó a afirmar otra vez en plan de broma que “parecía que se estaba despidiendo”. Ángel se limitó a reírse con muchas ganas y extrañamente a pesar de que estábamos en exterior, su risa tenía un curioso eco. Y no se si era el sol de la mañana, o que como me desvelo mucho, mis ojos se cansan a momentos. Pero casi no podía ver su indumentaria directamente por que me parecía que había adquirido un tono claro muy intenso. Como si el blanco estuviera tornándose más brillante. En esto estábamos, cuando oímos a lo lejos el peculiar sonido de un silbato de 5 voces que emitía un toque largo indicando la aproximación a una estación. Los dos volteamos hacia esa dirección y solo se veía una bruma blanca muy brillante que parecía tener mucha luz. Como esas brumas matutinas que en algunos climas se suelen ver y, que en ocasiones preceden un día muy bello cuando se disipan. De lo profundo de ella se empezó a ver la farola de la locomotora y no me había dado cuenta que alrededor de nosotros y salidos de quien sabe donde, se acercaron al andén más personas vestidas igualmente de blanco como iba vestido Ángel Octavio. A lo que él me gastó la broma de que si pensaba que ellos iban a hacer su comunión también. No pude responderle de lo sorprendido que estaba.
Poco a poco la locomotora fue haciéndose más grande a medida que se acercaba. ¡No podía creerlo! Estaba completamente pintada de blanco hasta los barandales y solo los trucks, tanque de combustible acopladores y otros elementos estaban en su color natural generalmente negro. Era una AC-4400 lustrosa e impecable que silenciosa y parsimoniosamente sonando su campana empezó a aminorar su velocidad a medida que entraba en el andén. Volteaba a ver a Ángel y no paraba de reírse de la cara que yo ponía al ver este peculiar tren, que además de todo, venia también completamente pintado de color blanco. Tanto que le comente burlonamente a Ángel que problema ha de ser el lavar esos coches de pasajeros, con tanto lodo y miasma de los caminos. Tenía que hacer algo con mis desveladas por que ahora sí, casi no podía ver directamente a mi amigo por que la blancura se había tornado mucho más brillante aun. Seguro por el reflejo del sol. Pensé. Fue entonces que puso afectuosamente su mano en mi hombro y me dijo como acostumbraba hacerlo:
- Samirito, despídeme de todos. Si los ves, diles que les agradezco todo lo bueno que me brindaron. A los que me quisieron, a los que no me quisieron. A los que ayudé. A los que no ayude por que no pude. A los que me criticaron ferozmente y que los perdono. A los que brindé mi alegría y ganas de vivir, a los que trate bien. A los que animé con mi presencia y mi plática. A los que infundí mas entusiasmo por el tren,........en fin a todos.
Entonces alarmado por lo que me estaba diciendo alcance a interrumpir:
- ¡Tranquilo Angelito!, ¡ya bájale!, parece que estas dándome un adiós definitivo, ¡no la friegues, no hay que ser tan trágico! Tienes muchas cosas que hacer y aquí y te veré de regreso hoy o mañana. Además el lunes tienes que trabajar en Alfa 4 y seguramente te estará llamando Verónica. ¡Si no regresas, te van a correr por andar inventando cosas raras! En Diciembre tenemos con Ricardo Hernández un buen plan para viajar todos juntos. Y también visitaremos Puebla para saludar a Hugo y a los amigos de allá y, de paso, iremos al museo de los ferrocarriles para que los policías te inviten otra vez a que no te metas en ciertas áreas como la última vez que fuimos. ¡No te vayas hombre! Sí tienes problemas ya veras que se solucionan.
Yo no entendía el por que Ángel solo se reía de mi y, yo creo que notó mi desesperación por aplazar su viaje, por que en tono conciliador agrego:
- Mira Samirito, el boleto ya me lo mandaron y, lo mejor es que no me lo cargaron a mi tarjeta. No tiene devolución y, a mi no me queda otra que obedecer al jefe que me manda a llamar. -Dijo señalando hacia arriba-.
El tren blanco se había detenido completamente y un conductor enfundado en un uniforme blanco también, había saltado al andén para vigilar el abordaje de los viajeros. De pronto desde de una de las ventanas abiertas del coche de pasajeros antiguo de los de linternilla y de truck triple que estaba frente a nosotros, escuche una voz familiar que nos interrumpió gritándonos:
- ¡Ándale Ángel, ya no le hagan tanto al canelas! ¿que crees que el tren te va a esperar todo el rato? ¡Ustedes si que la quieren presentada y con trenzas!
No lo podía creer. Era Arturo Salas “Don Severo”. No podía ser en persona por que eso es imposible. El abordó el tren hace años pero, ¡ahí estaba! Se le veía sonriente y diría con buen semblante aunque un poco pálido no se por que. No salía aun de mi asombro cuando se acercaron a la ventana cinco rostros sonrientes más y también extrañamente pálidos de Nicho Cortez, Joaquinito Valdez, Alberto Ponce, Lorenzo Delgado y Felipe Zorrilla Arcineaga que por cierto, lucia un poco más esbelto. Quienes en medio de risas y bromas invitaron a Ángel a subir al coche. Cuando menos lo esperaba el, nuevo pasajero ya estaba en la escalera del vestíbulo, entonces me acerqué a que me diera una explicación:
- Oye Angelito, ¿de que se trata esto?, ¿es otra de tu bromas?, o ¿Cuándo vas a regresar o en donde se te puede ver o escribir?
- El escribirme lo puedes hacer y, ten por seguro que yo leeré tus E-Mails dirigidos a mi a cualquier dirección. Me prometieron en el folleto informativo que venia junto con mi boleto, que iban a darme una computadora. Por que ya sabes que no puedo estar sin una. Voy a tener acceso a una gran maqueta de trenes con derecho a usarla el tiempo que quiera, aquí junto con los muchachos que vienen abordo. Y de verme....., déjame pensar..... Pues eso sí,……va a estar difícil..... Pero, ¡ah... ya me acordé!, me dijeron que me puedes encontrar aunque no me veas, a un lado de las vías en donde tu vayas a ver el paso del tren. Y ahí si podemos platicar. Desgraciadamente no te podré responder, pero si te puedo escuchar. Ahí estaré siempre. Tenlo por seguro. Pero ¡tranquilo! no te preocupes. ¡Ahí a donde voy no esta tan mal!. Fíjate que se siente uno estupendamente y es un lugar muy alegre. Claro que si no me gusta ¡Pu’s me regreso! Y eso sí,…….. te hablo por teléfono para que vengas a levantarme aquí a la estación.
No podía yo articular palabra con lo que me estaba diciendo Zamarripa en su característica forma juguetona de hablar, ahí parado otra vez en el estribo del coche blanco de donde bajó y me dio un abrazo afectuoso de despedida. El amable conductor nos avisó que el tren tenía que partir y, pude advertir que era un anciano con una agilidad envidiable al verlo saltar con mucha seguridad a la escalera del estribo. De su cintura despegó un moderno radio Motorola y dio algunas indicaciones en un lenguaje incomprensible. Para esto, ya Ángel asomado por la ventana junto con los demás muchachos agitaban la mano alegremente despidiéndose. Diciéndome cosas que no alcanzaba a entender. Trataba de hablar pero no podía. Quería decirles algo a todos. Pero algo en mi garganta impedía que lo hiciera.
Dos toques cortos se oyeron y lentamente la AC-4400 se empezó a mover y el majestuoso espectáculo de un tren en movimiento se inicio de nuevo. Camine unos cuantos pasos siguiendo el coche, pero de pronto me pare. Ángel desde la ventana, agitaba el brazo y reía con ganas de lo que los otros amigos le decían. Con esa emoción que se siente cuando va uno de viaje a un lugar en donde se va a disfrutar mucho. Yo, elevé mi brazo para saludarlos con la mejor de mis sonrisas.
Poco a poco su figura se fue haciendo más pequeña, en la medida en que el tren completamente pintado de blanco se alejaba de la estación. Su brazo no dejaba de agitarse a la distancia hasta que ya muy lejos, ví que se metió. Los seis coches de pasajeros y un express se fueron alejando llevados por una locomotora que curiosamente, ostentaba la figura de una paloma azul en vez de número. A lo lejos y como si el viento la impulsara hacia la estación, empezó a bajar otra vez de arriba la extraña y brillante neblina entre la cual se perdió el ultimo coche de este increíble tren, para con la misma rapidez, disiparse y dejar solo a la vista las paralelas de la doble vía que se perdían en el horizonte de un bosque cercano. Con la sorpresa y la emoción que me embargaba, no me había dado cuenta que estaba solo en el andén. Todo era silencio y solo se oían a lo lejos los trinos de lo pajarillos en los árboles cercanos y, de vez en cuando, el ladrido lejano de alguna mascota. El viento frío y puro de la montaña me pegaba en la cara. El sol brillaba en lo alto en medio de un cielo azul, como pocos se ven en el Valle de México. Baje a las vías para tocar el riel y convencerme que eran de verdad. Quería pensar que todo aquello era un sueño y que tarde o temprano, tenía que despertar en mi casa de Cícero. De pronto, al darme cuenta que no era un sueño y, que se había ido Ángel Zamarripa en un tren muy blanco que no tenía regreso, me invadió un mareo que hizo que me sentara en la banqueta del andén. Un tren que en algún punto, tomó una pendiente sin tramos de recuperación que lo llevo a una altura a donde solo llegan las almas de los amigos que repartieron amistad, bondad y alegría a quienes lo rodeábamos.
Y volteando en la dirección en que se había perdido el convoy blanco en medio de aquella niebla brillante, solo alcance a decir estas palabras que casi se ahogaron en el llanto que hizo presa de mis palabras y,m que a pesar de luchar por que no brotara salió a relucir: Adiós amigo....., adiós......, y ¡Buen viaje!.
IN MEMORIAM
ÁNGEL OCTAVIO ZAMARRIPA
18 de Junio de 2004
Samir Támer Rahme